Durante los últimos 10 años, las lecciones que el mundo posdigital, la economía digital y las redes sociales dejaron a la humanidad, confirmaron aquellos postulados de pensadores, filósofos y economistas que durante el siglo XX explicaron que las interacciones humanas en su conjunto forman parte de un ecosistema de comunicación, intercambio y transferencia de valor único en su tipo. Desde la economía hasta la circulación vehicular, los seres humanos a través del sentido común y nuestras acciones individuales, contribuimos al avance de nuestras sociedades y a hacer de nuestra especie, el grupo de seres vivos más inteligente y poderoso del planeta.
El comportamiento que nos define como humanos y por lo tanto nos separa del resto de los seres vivos, es la forma en que solucionamos nuestros problemas más allá de la programación orgánica que la naturaleza otorga al resto de las formas de vida, y este comportamiento es el interés propio; que se procura y persigue a partir de la toma de decisiones, la capacidad de innovación y la capacidad de predecir o anticiparse a los resultados.
Un stakeholder es un ente con características distintivas que guarda una relación basada en intereses o que puede ser impactado por las acciones de una organización. De tal manera – ya sea general o parcial- el triunfo o el fracaso de un grupo puede afectar a los individuos que lo rodean.
De acuerdo con James Surowiecki, los seres humanos a partir de nuestras acciones individuales desarrollamos un entramado de acciones colectivas que producen información que en su acumulado forman parte de una “sabiduría de la masas”; basándose en el principio de que un grupo grande de individuos es más inteligente que el más inteligente de sus miembros.
Por lo tanto, el éxito o fracaso de un grupo no es determinado por la visión individual de los integrantes con mayor posición e influencia, sino por su capacidad de procesar y analizar esos pequeños fragmentos de información generada por cada uno de sus integrantes, que en su conjunto aportan a este y en consecuencia lo hacen más inteligente. De allí que resulta crítico para las organizaciones comenzar a verse así mismas como un entramado de personas que tienen intereses, capacidad de influencia, motivaciones, relaciones, características y comportamientos, que al menos deberían empezar a ser analizados y clasificados.